Periodismo internacional y autocensura

Dice Vicente Romero en La Tertulia Infinita 7 que en el periodismo internacional uno termina autocensurándose bastante y que es necesario hacerlo. Así que la decisión también se ha respetado aquí.

Vicente Romero, en La Tertulia Infinita 7

El periodista cita a personas admirables dentro de instituciones internacionales (especialmente a Jean Ziegler, del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas), y reconoce que si la ONU o los cascos azules no existieran, habría que inventarlos. Pese a todos sus defectos. Sin embargo, no oculta que éste es un mundo despiadado y relata historias muy jugosas de organismos que metieron la pata,  ONG que lo hicieron mal, responsables de Ejércitos occidentales acodados en barras de bar de prostíbulos infantiles, héroes convertidos en canallas: “Pero a veces hay que pensar en frío: ¿Qué gano si hago pública esta historia? ¿Beneficio a alguien si cuento esto y echan a la ONG de aquí, cuando está haciendo otras cosas bien?”.

Este modo de actuar le ha reportado el reconocimiento de sus colegas y del tercer sector, que le ha premiado en numerosas ocasiones. Incluso ha recibido un galardón de la Conferencia Episcopal, aunque él ha dejado dicho por ahí que es ateo (eso sí, cree en los milagros). Para Romero, una buena crónica no vale “la sensación de que te levanten en volandas unos gitanos a los que has sacado de una situación límite, aunque eso suponga no haber podido grabar la información”.

«Si un periodista se encuentra con un matón dando una paliza a un niño, supuestamente tiene que buscar un buen ángulo para ver lo que sucede, anotar los detalles y elaborar una crónica precisa, que incluya número de golpes. ¿No? No. El periodista tiene que ir a parar aquello, decidir que no habrá noticia porque como persona él mismo la evitará. Si con un solo niño está tan claro que debemos detener al energúmeno,  cuando estamos hablando de 5.000 niños, 35.000 personas, 5 millones de personas en una situación de hambre, ¿por qué dudar de que tenemos que tomar partido también?».

Participantes en La Tertulia Infinita 7. Foto: Raúl de la Torre

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Parellada, Rojas, Zin: África está despegando y se lo vamos a contar

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  • Parellada: «Nunca tomé la decisión de ser reportera en África. Ni siquiera lo imaginé. Aquello simplemente sucedió»
  • Rojas: «Creemos que no se hace Periodismo por ahí, que somos los poseedores del fuego sagrado. No. Se está haciendo Periodismo de gran calidad»
  • Zin: «En los 90 despegaron China y la India. Ahora despega África»

Optimismo. Es la palabra que resume la Tertulia Infinita 5. África ya no es ese continente lleno de sangre, guerras y miseria. O no sólo. También es la tierra que empieza a albergar una clase media pujante y una juventud implicada, lo que debiera obligarnos a distinguir por fin entre la realidad diversa de sus países. Y lo mismo vale para el Periodismo: en la zona subsahariana ni está muerto ni morirá, sobre todo por la calidad creciente de su reporterismo local. Ojo: quizá creemos que desaparece el Periodismo porque desfallece el nuestro, pero empieza el de otros.

De izquierda a derecha: Alberto Rojas, Gemma Parellada, Hernán Zin. Foto: Elena Aljarilla

Gemma Parellada (siete años viviendo en África, actualmente en Costa de Marfil) dice que es un momento de cambio y transformación total, muy duro, pero no necesariamente fatal. Esta periodista, que nunca llegó a tomar la decisión de ser reportera en nuestro continente al Sur («Ni siquiera lo imaginé. Aquello simplemente sucedió») cree que el Periodismo «ha existido siempre y no va a desaparecer». Secunda la idea Alberto Rojas (intensos viajes a África desde 2011 y ya con esta zona como apuesta personal y profesional): «Estamos viviendo un momento visagra, unos medios mueren y otros nacen. No creo que sea malo del todo». Pero si hay alguien que desborda optimismo sobre el futuro es Hernán Zin. Lleva 17 años viajando y muestra devoción absoluta por el trabajo que realiza: «Todos estos cambios obligan a estar atentos, a ser rápidos, a no quedarnos en las categorías anteriores, que nos han pasado por encima. Pero el Periodismo es la mejor profesión del mundo». «Yo la amo», dice en un arranque que provoca las risas de sus compañeros.

No hay lamentos por el periodismo internacional que se fue, sino necesidad de depurar sus formas, de aprender de él para seguir avanzando: «Lo de ser enviado especial y permanecer un mes viviendo en un hotel de 5 estrellas de un país lejano ya no existe, acabó hace tres o cuatro años. Yo lo noté en el proceso de independencia de Sudán del Sur. Hubo medios españoles que tenían personal en Nairobi, muy cerca, desde donde un billete te puede costar sólo 150 euros, pero ya no mandaron a nadie. Era demasiado caro», cuenta Parellada.

Alberto Rojas

«Lo que ocurre -defiende Rojas-  es que ya nunca más unos pocos medios tendrán el monopolio de la información. Pero hay otros nuevos que nacen con propuestas muy buenas no de «corta-pega» sino de hacer textos largos y de calidad. Creemos que no hay Periodismo por ahí, que somos los poseedores del fuego sagrado. No. Se está consiguiendo Periodismo de gran calidad y lo que tenemos que hacer es aprender de ellos, leer más y entender mejor lo que está pasando».

Zin empezó a reportear cuando se trabajaba con máquina de escribir y las crónicas se enviaban por fax, y no deja de alegrarse de la existencia de Twitter, de Facebook, de tantos blogs que le ofrecen información valiosa. Contagia alegría: «Esta abundancia, esta inmediatez es maravillosa».

Los tres destacan la importancia que tienen para su trabajo los periodistas locales, ya sea como buenos colegas que ayudan o como fixers (colaboradores formales del periodista, conseguidores que conocen la realidad de ese país). Algunos de ellos llegan a trabajar directamente para los grandes medios, sin la intermediación del corresponsal (son los llamados stringers). Parellada explica: «No camino nunca sola. No tengo presupuesto para pagarme un fixer, pero como llevo mucho tiempo allí trabajo con periodistas de la zona, en grupo. Nos ayudamos: les paso contactos internacionales, ellos me ayudan con los locales. Los necesitas, saben leer las dinámicas locales. No puedes ser paracaidista». Zin es muy franco sobre la relevancia de los fixers: «¿Pero cómo trabajamos?  Llegamos a un país y lo primero que hacemos es contratar a un periodista local y basarnos en su agenda. Y que te lleve él. Te aportan la mirada local, los códigos. Y tú los adaptas». Rojas, el más valiente a la hora de relatar experiencias que no salieron como esperaba y de las que ha aprendido, recomienda elegir bien el fixer: «Que no sea el conocido de un amigo de un amigo. Tuve una mala experiencia en Kinshasa, me decidí por uno, tardamos demasiado en llegar, me invitaban a cervezas, pasaba el tiempo, se hacía de noche, seguíamos allí, no me llevaba donde había dicho… Al final me levanté. No era fixer ni era nada. Elijan gente seria, por favor».

Hernán Zin

Si los periodistas locales están adquiriendo tanto peso y aquí se habla del corresponsal como especie en peligro de extinción, ¿acabarán sustituyéndonos? La conversación se anima.  «Absolutamente. En los 80 pagar a un corresponsal como si fuera un embajador era posible. Ahora abonar una casa en Central Park para que viva el periodista de un gran medio está fuera del mercado. Hoy por hoy quizá es mejor tener a una persona de confianza que ya viva allí y pagarle bien pero no tener que afrontar gastos como el alojamiento». Zin opina lo mismo: «A partir de lo que te cuentan los locales haces una lectura para tu propio medio, pero tampoco es imprescindible […]. Podemos ser más prescindibles y hacer otras cosas de fondo con mirada latina o española». De acuerdo a este periodista, se está haciendo cada vez mejor Periodismo africano, especialmente en la zona del cuerno de África, de tradición anglosajona: «La venta de periódicos en Kenia aumentó un 40% en un año. Hay profesionales de primer nivel en medios como The Nation. Crece la clase media que quiere consumir, volar, saber. ¿Hacemos tanta falta como antes? Por supuesto que gente como nosotros va a seguir yendo a África, porque lo amamos. Pero la información, igual que los recursos, tendrá que redistribuirse más entre todos».

Gemma prefiere rebajar expectativas, y a juzgar por el respeto con el que la miran y con el que hablan de ella sus colegas (antes, durante y después de la tertulia) hay que escucharla bien: «Es muy optimista lo de que suban las ventas de los periódicos. Los medios no están maravillosamente bien en África. Cada país tiene su realidad. En muchos sitios (como República Democrática del Congo o Costa de Marfil) los periodistas no reciben un salario, no son independientes. Les paga el señor que da la conferencia de prensa y quiere que vaya el reportero. O un partido político, o una liga de derechos humanos. Ellos son todavía los que te pagan, así que la imparcialidad no existe». («Igual que aquí», se oye decir entre risas).

Gemma Parellada

La mirada del periodista se va afilando con el tiempo. Dice Parellada: «Al principio te tiras a la piscina, luego bajas al fondo. Empiezas ciego, no sabes nada. Más tarde es como cuando revelas una foto y todo empieza a tomar forma». ¿Creéis que África mejora con el trabajo que  hacéis? «Me gustaría pensar que sí, pero también había periodistas en Ruanda y no se evitó el genocidio», dice Alberto. ¿Qué se avecina en este continente? «En este mundo en cambio, la lectura tiene que ser más amplia y la aventura tiene que ser más amplia. En los 90 despegaron China y la India. Ahora despega Africa».

La tertulia sigue. Habría tantas cosas que contar. Sobre Malí, ese «caso propagandístico extremo» que indigna a Gemma, y sobre tantos otros países que mencionan los reporteros: la Somalia que ha cambiado en los últimos años, aunque aún no lo suficiente; la República Democrática del Congo, donde la ONU desplegará una novedosa brigada de intervención próximamente… Pero la conversación se resume en las ganas de seguir haciendo, de seguir contando África, de estos tres reporteros. Cada uno a su manera.

Zin, el más experimentado, con tantas cosas que contar, hablando rápido, emprendiendo junto a otras personas, entusiasmándose como hace con su próximo proyecto, La maleta del reportero; Rojas poniendo olor a la realidad africana más allá de las estadísticas (como hacía su gran ídolo Kapuscinski), indagando en historias aparentemente ya contadas y cerradas pero donde le incomode un fleco (como la foto del niño y el buitre que ganó un Pulitzer hace años y está rodeada de leyenda). Y Parellada, aferrada a un destino geográfico que no cambiaría por lo mucho que le da, aunque tenga sus dificultades: «A veces, como te toman menos en serio por ser mujer, también te tienen menos miedo y te confían más». En un mundo empeñado en convencernos de que vale más quien más fuerte aprieta tu mano al saludar, este gran error sucede a menudo: confundir delicadeza con pusilanimidad. En Parellada el primer rasgo destaca extraordinariamente, el segundo está ausente por completo.

Gracias a todos por venir. Fuisteis muchos y contraprogramábamos al Barça.

Más fotos de La Tertulia Infinita 5.

[La Tertulia Infinita 5 se celebró el 10 de abril de 2013 en el Café National Geographic de Madrid].


Jon Lee Anderson, el reportero compasivo: «Este es un mundo matón»

 

  • Manual del buen entrevistador: “Si hablas con ellas sin juzgarlas las personas se abren, te cuentan. Si eres compasivo por naturaleza, eso se palpa”.
  • El conflicto del momento: “El mundo no está en paz y está mucho menos en paz por Siria”.
  • Precariedad de la profesión: “Bajo una crónica debería poner: `Por esta historia hemos pagado 60 euros, o 150´”.  
  • La situación de España: “¿Por qué se ofenden con The New York Times por publicar fotografías de españoles que buscan en la basura? Los periódicos de aquí trataron antes igual la situación en Grecia”.

Uno intuye que va a poder tratarle con llaneza porque la emplea para contestar a los correos y porque aparece en múltiples fotografías con ropa casual, pero no espera tanta cercanía. La sencillez de Jon Lee Anderson desarma.

Foto: Mateo Lanzuela

Habla un castellano tranquilo, a ratos musical e hispanoamericano, lleno de metáforas curiosas (“Insularidad ideológica”, dice para referirse a Irán). Es un castellano que parece fluir, como todo en este periodista que trata con idéntica  naturalidad a todo aquel con quien habla (un tendero, una reportera, un profesor). Así que cuando se le pregunta cuál es el secreto para extraer lo mejor de tantas fuentes y entrevistados, casi no sorprende la respuesta: “Diplomacia, tacto, perseverancia; hay que buscar lo que haya de amable (‘gustable’) en esa persona, aunque difícilmente pueda gustar”.

El asunto de cómo entrevistar reaparece varias veces a lo largo de la tertulia, salpimentándola de pistas de interés sobre su modus operandi. Él dice observar la comunicación no verbal (“cómo se mueven en cada cultura”) y algo muy importante: “Saber dónde cae tu propia sombra, entender cómo te ven a ti”. Sólo a partir de ese ángulo puedes actuar, y siempre desde la humildad: “Si hablas con ellas sin juzgarlas, las personas se abren, te cuentan. Si eres compasivo por naturaleza, eso se palpa”.

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