Emilio Morenatti, cazador de conceptos

 

“Lo que se pretende es que la imagen se entienda y que el mensaje llegue. Esta persona está muerta y se tiene que entender que está muerta. Cuando defiendo una foto intento que la acción se comprenda. Que responda a las famosas 5 uve dobles”.

Emilio Morenatti, en La Tertulia Infinita 17. Foto: Jon Bradburn.

Emilio Morenatti, en La Tertulia Infinita 17. Foto: Jon Bradburn.

Finalista del Pulitzer, ganador del World Press Photo, quien viene a La Tertulia Infinita de Navidad con uno de los currículos más sólidos del fotoperiodismo español es un Emilio Morenatti (@morenatti2004) con mentalidad de editor. Responsable de producción fotográfica para AP España y Portugal, su objetivo es intentar que esa producción “sea lo más exquisita y única posible, lo más parecido a lo que yo entiendo que es la fotografía, algo conceptual, único”. Siempre habrá un Morenatti que capture imágenes. Pero ahora hay otro que concibe y organiza al equipo para salir a la caza de conceptos.

El invitado ofrece un taller + conversación entrando en las tripas digitales de Associated Press (AP), a la que prefiere referirse como una cooperativa de periódicos no lucrativa más que como una agencia. Así recuerda que está menos sujeta a los intereses que atenazan a otros medios en manos de uno o pocos dueños. Describe la distribución de las tareas, el libro de estilo para campos como byline y caption, los envíos diarios al cable, las mejores fotos del día o topics y esas otras fotos (features) más pensadas para el largo plazo, la galería histórica.

Sorprendiendo a muchos, el hilo de su discurso no son imágenes propias sino de otros: una selección realizada por él mismo de las 50 mejores fotografías de 2015 para AP en Europa y África. Esa muestra y las elecciones generales que en esos momentos se desarrollan en España (20D) vertebran todo el debate.

Hay perfeccionismo. “Siempre animo a no hacer la foto del angular limpia sino a hacerla con telex desde atrás o a buscar otras perspectivas”. “A lo mejor un día perdemos el play (hacen un mejor trabajo Reuters o AFP) pero luego quedan imágenes icónicas que van a funcionar mejor a lo largo de la historia cuando se hable de un partido concreto”. Esta referencia a las elecciones vale para describir cómo se trabaja en otros escenarios, como el de los refugiados. “Estás produciendo y enviando al cable pero luego guardas una serie de fotos para que quede algo más personal. Es una manera de motivar a los fotógrafos, para que piensen qué quieren hacer”. “Luego está el brainstorming tras el envío. ‘¿Estás contento con la foto? Sí. ¿Se podía haber hecho mejor? Sí. ¿Por qué no la has hecho mejor, si tenías una buena idea?’. Intentar que el fotógrafo piense y se martirice sobre por qué no lo ha hecho mejor. Porque yo creo que una foto siempre es superable”. Debe haber alguien, cree Morenatti, que además de felicitar sea capaz de suscitar progresos.

Cuando se le dice a este profesional que según algunos testimonios es muy trabajador (ejercicio físico, cursos de idiomas, un Master reciente) le sale desmentirlo: “He vivido, he fumado mucho, bebo, me lo paso bien de noche, no soy el monje que a las 10 se va a dormir”. No obstante, la conversación sugiere que su perfil sí puede ajustarse al término currante aunque él lo llame de otra forma: “Hay una disciplina más que un trabajo duro. Es la que te hace no perder la concentración”. “Te concentras, te sale. No te concentras, no te sale. No tiene otra fórmula”. “Hay fotos en las que en esa concentración se ve que hay un adiestramiento detrás, un entrenamiento físico y mental”, concede finalmente.

Casi 30 años en la profesión dan para muchas elipsis, y algunas historias acaban destapando otras como matrioskas. “Si uno quiere dedicarse a esto sabe perfectamente que si te colocan en un sitio como Gaza, donde estuvimos 25 días aislados en la parte sur de la franja, casi sin comer más que alimentos básicos, cargando baterías y ordenador sólo en hospitales y viviendo ese drama que vive la gente que sufre guerras sobre todo psicológicas, tiene que estar medio fuerte”. “Ves cómo otros periodistas colapsan y dices `Yo por ahí no puedo pasar. Yo tengo que estar fuerte’”.

En una profesión de alta tensión, cada uno busca su truco para evitar que la mente acabe girando como un derviche. “Al principio, cuando me tocaba hacer como 100 corridas de toros al año en Sevilla, cada vez que entraba a la plaza hacía un ejercicio de respiración que me salía de forma instintiva y después me ha servido mucho. Decía ‘Soy un japonés. Esa foto no la he hecho. Y esto qué es’. Le ponía el interrogante a todo. Eso me hacía no caer en el tedio, en la desidia. Observar con frescura, mirar con pasión cualquier evento”. Aplica esa misma “mirada marciana” a los asuntos de ahora, como los comicios. “Que el marciano tenga una idea de quiénes son esas personas y qué hacen cuando asisten a un evento electoral”.

El fotoperiodista Emilio Morenatti, en un momento de la conversación. Foto: Jon Bradburn.

El fotoperiodista Emilio Morenatti, conversando. Foto: Jon Bradburn.

Llegará a decir “No me interesa el candidato” y “Hay que buscar al que escucha más que al que está hablando”. Por eso entre las fotos mostradas están la de un globo que tapa la cara de Mariano Rajoy y la de un conjunto de líderes de Podemos donde la verdadera protagonista es la composición, tan compleja que recuerda a Las Meninas. Después, ante la protesta de los asistentes (“Si llegas sin la foto del candidato te echan una bronca”), matiza pero insiste: “Hace falta arrojo. He pasado por ahí también. Te piden la foto, dejarte de tonterías. Eso no quiere decir anarquía y que hagas lo que te dé la gana, pero creo que vamos muy atrás en el sentido del borreguismo. Lo veo todos los días. Hay fotógrafos que lo pueden confirmar. Hay que acabar con él. Los líderes se dan la mano porque ven al grupo de fotógrafos. Si no, no se la darían. Y se la dan cuatro veces porque los fotógrafos lo piden. Eso es una barbaridad”. “Cuando estoy formando parte de un pesebre o un corralito, intento salir de eso”. “En algunos mítines me quito la acreditación oficial y voy como público”.

“Somos los fotógrafos los que provocamos las situaciones”, dice mencionando los tumultos de los reporteros gráficos en eventos pensados para la televisión donde no se ha planificado bien el espacio para ellos. “En La Casa Blanca hay editores que te aconsejan sobre la lente para cada tiro, la luz, la temperatura… Aquí eso no existe. Nosotros hemos contribuido a hacer que todo esto funcione mal”. Alguien entiende que se está contradiciendo (“quieres libertad para ejercer tu tarea pero luego pides que te marquen las normas”). Morenatti aclara: si el espacio está bien pensado, como suele suceder en unas Olimpiadas, se entiende; si es una encerrona para que captes sólo una escena determinada, hay que rebelarse. Insiste: “Si hubiera una manera de hacer que el borreguismo fuera a menos, sería un bien para la profesión”.

Lejos de los eventos organizados quedan Afganistán, Siria… “A ver cómo se va a enfrentar la Humanidad a ese intervalo no contado de la Historia en algunos lugares, de no saber qué es lo que está pasando, o de saberlo cuando ya es demasiado tarde para los genocidios y las brutalidades”. Morenatti hace referencia a los periodistas locales en los que se apoya AP, fotógrafos que a veces pueden tener una mirada menos fresca sobre la actualidad pero que garantizan el acceso a las escenas básicas y llegan a lugares inaccesibles para los reporteros occidentales. “Mi misión es coordinarlos, intentar adiestrarlos, que consigan imágenes cada vez más potentes con ayuda de nuestra experiencia”.

Morenatti quiere enseñar, ayudar a otros con lo que le sirvió a él. Pero reduce distancias jerárquicas mencionando continuamente la calidad de los trabajadores o colaboradores de AP, algunos de ellos presentes en la sala: los juegos de luz de Daniel Ochoa de Olza, las mejores fotografías de Francisco Seco, Andrés Kudacki, Santi Palacios… “Hay un trabajo currado y sobre todo de saber ver”, dice de varias imágenes de Paul White. También se dirige entre la admiración y la guasa a colegas de otras agencias que están en la tertulia, como Juan Medina, de Reuters (“Tú podías haber dado esta charla”).

Fotógrafos y periodistas en La Tertulia Infinita 17. Foto: Jon Bradburn.

Fotógrafos y periodistas en La Tertulia Infinita 17. Foto: Jon Bradburn.

Al mencionar la relevancia creciente de contenidos generados por los usuarios (CGU) se le escapa la desafección por el esfuerzo de comprobación que requieren: “Conseguir el origen de una foto que ha sido 200 o 300 veces tuiteada es casi imposible”. Habla de filtros muy estrictos y de un equipo humano específico que se dedica a la verificación en AP: La credibilidad es el principal valor de una agencia y “cuando hay dudas la foto no se da”, aunque se haya trabajado mucho en ella.

Lo peor para una agencia es tener que hacer un photokill o retirada de una imagen, porque obliga a rectificar a muchos medios. Pese a todas las cautelas también le ha sucedido a AP. Ante la pregunta de un tertuliano Morenatti confirma que uno de esos errores fue propio: tuvo que recular con una foto, pero no porque fuera falsa, sino porque sus derechos de autor no estaban garantizados.

Alérgico al fotógrafo que interfiere, el invitado no cree siquiera que deba apartarse una botella de agua de un atril. “No puedes tocar nada de lo que fotografíes”. En AP las fotos no se retocan más allá de lo básico. De Photoshop se admite “lo que se hacía en el cuarto oscuro: el contraste, los niveles… Y se puede llegar a reservar alguna parte muy sutilmente, pero el original de la cámara no debe diferir excesivamente de la foto manipulada”. Sí se prohíbe de modo expreso la herramienta que ofrece este software para clonar (cortar y pegar motivos dentro de la imagen o de una imagen a otra). “El clon acaba con la carrera de un periodista”. Varios fotógrafos han sido expulsados de medios por manipular en esa línea: “Tiran tu archivo entero a la basura”.

¿Piensan los fotógrafos en términos de buenos y malos cuando disparan? De la respuesta se deduce que tratan de no hacerlo pero que es difícil evitarlo. “Trabajábamos en Oriente Medio en la primera intifada, con muertos en los dos bandos. Los fotógrafos éramos las únicas personas que íbamos de un lado al otro del muro. En un solo día hacíamos funerales en los dos lugares. Yo puedo estar más de acuerdo con un bando que con otro pero el ejercicio era bestial. Era como si hubiera un comité evaluador que fuera a ver mi foto y me dijera “Eh, has metido muchas más fotos de esto que de esto y además son mucho mejores aquí que acá”. En AP me grabaron la disciplina a fuego: como eres internacional, tu papel aquí es de imparcialidad. No se te puede ver el plumero”. Fue difícil pero Morenatti le agradece aquella enseñanza a maestros de entonces como Enric Martí. Ahora trata de repetir esa formación con su equipo: “No nos puede condicionar la realidad que fotografiamos”. En la tertulia, ha intentado poner el mismo número de imágenes “sospechosas” (como la del globo) de cada partido político.

En los últimos años la vida de Morenatti se ha simplificado porque la crisis reduce los encargos para el extranjero y pasa más tiempo en Barcelona, donde está su sede profesional y familiar. No hay nostalgia, y expresamente ha pedido centrar su charla en lo que AP hace ahora y no en lo que hizo él personalmente en “aquellos años” (2008, 2009, 2010). Pero algunas preguntas hacen que las fotos en sepia vuelvan a color: “Vivir por ejemplo en Pakistán y hacer empotramientos con las tropas o estar durmiendo en campos de refugiados no es una vida fácil pero es tan emocionante que te das cuenta de que llevas meses sin dormir bien y que el cuerpo aguanta”.

Recuerdo una época muy interesante, muy intensa, cuando completé uno de mis mejores años fotográficos, antes de que me hirieran”. Esa es la única mención en toda la charla al ataque con explosivos que le costó parte de la pierna izquierda en Kandahar en 2009. Otra remontada basada en disciplina sin perder la sonrisa. “Nos tocó vivir en sitios muy emocionantes pero al mismo tiempo muy sacrificados”. El “nos” hace referencia a su mujer, Marta Ramoneda, que le acompañó en muchas de esas etapas, otra fotógrafa “marciana” que se internaba sin burka en sitios donde no había presencia femenina. “Os podéis imaginar la intensidad del lugar. Como entrar en la máquina del tiempo”.

Con una hija de dos años, hay otro bebé en camino. “Ahora lo paso mal pensando en aquellas imágenes que hice de nenes muertos, o las de esos inmigrantes que me toca editar que vienen del Mediterráneo por Grecia. Digo ‘Hostias (sic), no sé si sería capaz de hacer esas fotos que hacía antes’. Empiezo a estar condicionado. Con una cría… la veo reflejada en eso”.

¿Por qué Aylan sí y otros niños muertos no? Morenatti es incapaz de ofrecer un motivo concreto, pero defiende la imagen porque impacta y es lo que se necesita para visibilizar dramas y cambiar las cosas. “Yo animé a la gente a ver la foto. Había que hacer algo”. El resultado, la movilización de la gente, justifica su publicación. “Quiero crear impacto con mi fotografía, quiero que la realidad llegue a un mayor número de personas”. Así interpreta también los premios que recibe: si sirven para que se debata y se tome conciencia sobre determinadas situaciones, bienvenidos sean. “Mi objetivo es ese, no vender más copias”.

Ha llegado en moto. Tiene un aspecto juvenil y un acento andaluz combinado con otras cadencias más difíciles de identificar. Parece vivir en positivo, lleno de energía. “Tengo la suerte de que lo he conseguido. He conseguido llegar a donde nunca imaginé que iba a llegar, a representar a una agencia importante, estar en sitios importantes y tener el lujo de contar una buena historia”. Lo dice con un deje de pesar por el contexto nada favorable para tantos compañeros que no trabajan, lo hacen en condiciones precarias o no pueden ejercer su profesión donde desean. “Hoy es casi una utopía llegar a ser fotógrafo y cuando lo consigues tienes que mantenerte”.

“Hay una frase muy buena de [Manuel Pérez] Barriopedro que dice ‘El fotógrafo tiene la habilidad de llorar y reír en décimas de segundo’, y creo que eso define nuestra profesión”, dirá Morenatti en un momento del encuentro. Aquí una muestra de ese trabajo en el filo:

 


Sáenz de Ugarte: “Por mucho miedo que den las grandes organizaciones, el factor chapuza siempre existe”

Íñigo Sáez de Ugarte, en La Tertulia Infinita 8

  • «Existe un único espacio global para el espionaje donde las fronteras ya no cuentan. Todo ocurre en un único terreno de juego»
  • «[La escucha] siempre es para pillar al terrorista justo antes de cometer el atentado. En el mundo real las cosas nunca están tan claras»
  • «Por Manning pasaban demasiados datos […]. ¿Para qué coño quiere un soldado de a pie los telegramas que la embajada de Madrid enviaba a Washington en el 82?»
  • Fotos de La Tertulia Infinita 8

Hay un cierto tufo a Pepe Gotera y Otilio en el caso de Edward Snowden y las filtraciones de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA). ¿Cómo pudo permitir la organización líder en su campo que tanta información confidencial pasara por las manos de una sola persona? Y no es la primera vez que ocurre: el soldado Bradley/Chelsea Manning podría pasar los próximos 35 años en una cárcel por transmitir datos clasificados a Julian Assange, de Wikileaks: un único soldado, emocionalmente inestable, accediendo a vídeos y cables diplomáticos de aparición estrepitosa para Estados Unidos.

Varios asistentes a la tertulia subrayan que no entendemos la fragilidad de los nuevos modos de comunicación ni tampoco el valor de los datos personales. Embajadas que operan con sistemas de correo electrónico sin cifrar como Hotmail, funcionarios de la Unión Europea que dejan abiertos sus ordenadores… Nos ha sobrepasado la tecnología  y lo están aprovechando empresas y servicios de inteligencia que sí comprenden el peso actual de la máxima “Quien tiene la información tiene el poder”.

Íñigo Sáenz de Ugarte, subdirector de Eldiario.es, autor del blog Guerra Eterna y periodista con décadas de experiencia en radio, prensa, televisión e Internet, tiene una forma de relatar las cosas que hace que todo lo que ha sucedido parezca natural. A ratos miserable y a ratos homérico, pero natural, como se dan en la vida los aciertos y los errores.

Al margen de la tertulia el periodista habla muy poco. Tan poco, que lo mejor es describirle a través de su intervención, con mensajes cortos literales. La ironía breve, como la que despliega en Twitter, se ha convertido quizá en el rasgo más reconocible de sus análisis.

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Todos los países espían. La existencia de los servicios de inteligencia no es reprobable.

Pero hay un argumento un poco cínico que se lleva hasta el límite: “Como todos los países tienen servicios de inteligencia, todo el mundo espía a todo el mundo y eso no es reprobable”.

La diferencia es el grado de poder de los países. Ninguno puede tener un puesto de escucha a un kilómetro de la Casa Blanca y Estados Unidos sí puede colocarlos frente a otros gobiernos. Hay una asimetría.

No es igual que te espíe Uganda a que te espíe Estados Unidos. Si te espía Uganda, te da la risa. Si te espía Francia, bueno. Si te espía EEUU, estás jodido; lo van a saber todo.

Existe un único espacio global para el espionaje donde las fronteras ya no cuentan. Todo ocurre en un único terreno de juego.

Desde que se descubrió la red Echelon en el 2000, el avance tecnológico ha sido inmenso. Por eso lo que ocurre es algo más grave.

Tenían las llamadas que hacía Merkel. Es la leche. Pero lo que me parece más llamativo es que pudieran intervenir en los cables de fibra óptica.

Lo de los cables revela que no queda ningún límite tecnológico. No es sólo acceder a los datos que se transmiten a través de ellos, sino absorber toda esa información.

El espionaje indirecto es importante. EEUU tiene muchos problemas para saber qué ocurre dentro del Kremlin. Una forma de conocerlo es escuchar a Ángela Merkel explicando a su asesor una conversación con Vladimir Putin.

Manning es un soldado muy joven con conciencia política escasa. Atormentado y con problemas personales.

Assange es la figura tradicional del activista.

Snowden es el insider que raramente tiene interés en denunciar lo que sabe.

Snowden difunde la información muy poco después de acceder a ella, no como otros espías que lo cuentan años después, cuando se retiran. Por eso tiene gran valor: son cosas que están pasando ahora.

¿Son héroes Assange, Manning, Snowden? Han contribuido excepcionalmente  al debate sobre el poder del Estado. En ese sentido, si queremos llamarles héroes, pues bien.

Pero Bradley Manning es también un soldado que traiciona a su ejército. Y Assange tiene una relación deplorable con las mujeres: puede haber hecho una contribución magnifica al mundo político pero también puede ser un gilipollas.

Nos quedamos con una imagen idílica de alguien por algo bueno que ha hecho pero en su vida privada puede ser otra cosa. No es incompatible.

Por muy fiables  que parezcan, por mucho miedo que den las grandes organizaciones, el factor chapuza siempre existe.

Por Manning pasaban demasiados datos, más allá de Irak. No tiene lógica militar. ¿Para qué coño quiere un soldado de a pie los telegramas que la embajada de Madrid enviaba a Washington en el 82?

Snowden no es un analista político que examina secretos y los valora, no es un espía sino un tipo que mantiene una red informática, un técnico. Cuando los medios le describen como “agente de la NSA” es incorrecto.

Sí le daría un Pulitzer a Glenn Greenwald. Por qué no. Le considero periodista. He trabajado con muchas personas que ejercían el periodismo y no habían estudiado periodismo.

Todos podemos parecer sospechosos: puntos en una red donde un centenar de personas son analizadas por una relación episódica con el malo.

Cualquier cosa puede pasar. La vida de una persona que ha tenido una relación tangencial con un delincuente puede quedar destrozada.

En el cine y la televisión siempre aparecen los malos. Queda justificado no sólo el pinchazo de teléfono sino a veces hasta la extralimitación o la tortura.

Parece que violar los derechos de privacidad de alguien es un coste que se debe asumir. Siempre es para pillar al terrorista justo antes de cometer un atentado. En el mundo real las cosas nunca están tan claras.

Obama debería haber sabido y probablemente sabía. Quizá desconociera qué hacía la NSA en Berlín. Pero un día recibe un informe y, si suma dos más dos, entiende cómo se ha conseguido eso.

Hay espionaje político pero también económico. Sólo se tiene que crear una disputa comercial para que los servicios de inteligencia y las embajadas apoyen a sus empresas de forma pública o encubierta, buscando obtener información que les ayude.

La coña es que mientras los servicios de inteligencia de EEUU tienen pocas opciones de saber quién conoce a quién en países cerrados, en Europa volcamos un montón de datos personales que tomados juntos describen muy bien qué somos y qué hacemos.

Como en la guerra fría: el mayor daño que sufrió EEUU fue por agentes propios que trabajaban para los soviéticos, norteamericanos que entregaron información a la KGB.

Hoy en el Congreso han puesto un PowerPoint sobre la participación de España en este asunto. Supongo que lo presentarían allí mismo, en un ordenador. Entiendo que no lo enviarían previamente por email.

¿Época dorada del periodismo por estas filtraciones? No puede ser así cuando en España hay 5.000 periodistas que han perdido su trabajo.

Desconfío de eslóganes del tipo “el periodismo está muerto” o “es una edad de oro”. Son chorradas. Depende de cada país.

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Le preguntamos a Sáenz de Ugarte cómo ve a Manning, Snowden y Assange dentro de 20 años: “Assange en la embajada de Ecuador, una cárcel para él. Manning, muy parecido, en una cárcel. El caso de Snowden está en el aire. Absoluta incertidumbre”. Queda  claro el efecto disuasorio de lo sucedido. El autor de Guerra Eterna lo advierte: “Esto no es como en las películas. Aquí no acabas en una isla tropical, en una playa paradisiaca”. Dos besos. Una foto. Otra foto. Pequeña conversación. Y se marcha con su traje de raya diplomática hacia una noche con algo de bruma.

Fotos de La Tertulia Infinita 8, con Íñigo Sáenz de Ugarte.

[La Tertulia Infinita 8 se celebró en la cafetería librería Atticus Finch de Madrid el 6 de noviembre de 2013. Gracias a su dueña, Eva Boj Bragado, una emprendedora enamorada del libro «Alguien voló sobre el nido del cuco», cuyo protagonista da nombre al local].