Oriente Medio: infancias colaterales


 

Conversamos como dentro de un Guernica de Picasso: fragmentos impactantes, conjunto desolador. Yolanda Álvarez (@yalvareztv, En Portada, TVE) y Ferran Quevedo (@ferran_quevedo, activista y fotoperiodista freelance) son artesanos del relato gráfico, y los dilemas en torno a la imagen terminarán vertebrando el debate sobre la infancia en Oriente Medio. La carnaza o la sábana que cubre. El obús sobre un niño o la poesía. ¿Cómo mostrar lo que ocurre para que alguien haga algo de una puñetera vez?

Ferrán Quevedo y Yolanda Álvarez. Foto: Jon Bradburn.

Ferrán Quevedo y Yolanda Álvarez. La Tertulia Infinita. Foto: Jon Bradburn (cc by)

¿Infancia? ¿Qué infancia?” -comienza Yolanda Álvarez-. “No les dejan ser niños. Sobre todo en Palestina creo que es una infancia muy dura, a veces una infancia robada. Pienso especialmente en esos niños de Gaza que en menos de seis años -los que tienen ahora siete- han vivido tres guerras. ¿Qué tipo de vida o qué tipo de infancia se puede tener cuando bombardean tu casa, matan a tu padre o a tus hermanos, o te dejan un hermano con una discapacidad que ya no puede hablar o no puede caminar? Tú te quedas en casa con la familia totalmente desestructurada y tienes que hacer como que no pasa nada cuando vas al colegio entre escombros y tu paisaje son las ruinas de una guerra”.

Cuando volvió a España después de cuatro años como corresponsal en Jerusalén, Álvarez realizó dos magníficos documentales para En Portada: Atrapados en Gaza y Esclavas del Daesh. El primero presenta a la niña de 13 años Rewaa, que sufrió un ataque aéreo dentro de una escuela-refugio: “Cuando la volví a ver dos meses después ya se había convertido en una especie de adolescente mayor con todo el peso del sufrimiento que supone el llevar tres guerras a cuestas”. En «Esclavas del Daesh» aparecen Nadia Murad, convertida en símbolo de las víctimas sexuales del grupo terrorista ISIS dentro de la minoría yazidí, y la joven Samira (nombre ficticio), que se prendió fuego para parecer fea y evitar seguir siendo violada por los extremistas. “Daños colaterales”, dice la periodista con sarcasmo.

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Yolanda Álvarez. La Tertulia Infinita. Foto: Jon Bradburn (cc by)

Ferran Quevedo empieza hablando mal de su trabajo y bien del de otros sospechosos habituales con los que opera, como Ricard G. Vilanova o Andoni Lubaki. Sugiere que su cobardía le ha hecho situarse más en la retaguardia, aunque pronto se verá que su concepto de estar a salvo es bastante relativo. “Soy el que se ha escondido más debajo de los coches y entonces me dedico a hacer fotos un poco más poéticas, porque no me va tanto la guerra”. Quevedo va enseñando en un pequeño ordenador una muestra de «iconografía de la infancia» que considera más apegada a la realidad de lo que se suele ver en las portadas. Impacta por su calidad. En general son imágenes menos dramáticas, llenas de matices, aunque también ha presenciado el dolor. Casi al final de la tertulia relatará: Hay un punto de inflexión, hay un antes y un después cuando ves matar al primer niño. Cuando ves muertos es muy duro, pero cuando ves niños muertos… A mí me afectó bastante, porque son la pureza”.

Estamos en un Café Belén que normalmente es azul pero que ahora tiene toques luminosos de blanco y rojo por Navidad. Quevedo muestra extractos de 40 horas de grabación propia realizadas a lo largo de 11 meses como voluntario en un hospital de campaña de la frontera siria. Es territorio bajo dominio de Hezbolá asediado por el ISIS, sin presencia de ONG, donde se han recibido o se recibirán ondas de batallas como las de Quseir, Qualamun o Yabrud. “Nos disparaban de todo, pero algo normal”. Las imágenes muestran la naturalidad con la que cerca de una decena de niños llegan cada día directos de la guerra, desorientados, y se convierten en alumnos anárquicos en escuelas donde quien les fotografía es también el enfermero y además su profesor. Hay una serie de retratos llenos de rostros que hablan de trauma y desconfianza, pero también de una travesura infantil universal. Algunos pequeños nunca han ido al colegio y hay que “introducirles en el sistema”: “Me volvían loco”.

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Ferran Quevedo. La Tertulia Infinita. Foto: Jon Bradburn (cc by)

No hay comparación posible entre países o regiones. Por ejemplo, los pequeños israelíes y palestinos viven frente a frente en universos a años luz. Estos últimos “maman la violencia desde que nacen”, afirma Álvarez. “Han nacido en el aceite hirviendo”, completará Quevedo.

Comparar la infancia de un niño israelí con la de un niño palestino… Cuando veo que a un kilómetro de la frontera con Gaza están criando tulipanes en el desierto y que a un kilómetro hacia dentro no tienen agua potable en ningún grifo, me hierve la sangre. Soy incapaz de hacer una comparación mínimamente ecuánime. Creo que miedo pasan todos y que eso es lo que tienen en común, y también que ambos gobiernos utilizan la educación para meterles más miedo y más odio”, explica la reportera. «Que la mejor maestra del mundo sea una mujer palestina que haya creado un método para que los niños elijan la no violencia me hace pensar que hay esperanza y sobre todo por el lado de las mujeres», celebra.

En un caso muy sonado, durante la operación Margen Protector sobre Gaza, el entorno institucional israelí acusó a Álvarez de activismo político pro Hamas, presionando para su vuelta a Madrid, algo que finalmente se produjo. Ella (lamentando todas las muertes) recuerda que el número de las víctimas palestinas fue mucho más elevado. “Como periodista, ¿dónde tengo que estar? Donde hay más sufrimiento, donde la gente no tiene dónde meterse”. Álvarez insiste en que no elige bando y a lo largo del encuentro reparte para todos: “Me preguntan quiénes son los buenos y quiénes son los malos. En la mayoría de los casos la elección es entre lo malo y lo peor”. “Nada es blanco ni negro. Yo soy properiodismo”. “Los de Hamas son tan majos que preparan túneles para sus propias milicias pero no búnkeres donde meter a la población civil. Cuando Israel bombardea, el único sitio al que pueden ir para resguardarse son las escuelas”, explica.

La reportera valenciana recalca haber vivido “momentos preciosos con sonrisas de niños que nunca olvidaré y que a mí me han dado la vida y me han devuelto la fe y la esperanza en la humanidad”. Cree que a pesar de la dureza “precisamente la infancia tiene esa inocencia y esa maravilla de hacernos creer que otro mundo es posible”. Tanto ella como su colega insisten en la resiliencia que han observado en los grupos más vulnerables, pero la conversación encadena vivencias sombrías.

2003, Jerusalén. Ambiente de que algo va a saltar por los aires. Dos semanas en agosto en que no puedes salir a la calle. Los vecinos se pasaban el agua de casa en casa. Día cinco, seis o siete los niños se empiezan a poner enfermos porque no hay agua y hay muchas basuras. Y los viejos se mueren porque no tienen insulina. […] El nivel de estrés es lo más alto que yo recuerdo. Porque no es una guerra, es diario. Es un desgaste durante años y años”, recuerda Quevedo. Álvarez narra su visita al campo de detención de Ofra, sin que se le permitiera grabar. “Hablé con niños palestinos que tenían marcas de bridas, aunque estén prohibidas internacionalmente. Te decían ‘Me han cascao‘». La ex corresponsal dice que los niños palestinos están más expuestos: “Su padre no puede hacer nada porque no hay búnker y no hay Ejército. […] Esa sensación de desprotección tiene que ser muy dura. Y con eso conviven ya va a hacer 50 años”.

Quevedo utiliza dos de sus fotos para explicar el nacimiento en entornos infantiles de los comandos palestinos. La primera escena parece peligrosa. Un niño con camiseta de Mickey Mouse sujeta una pistola real y otra mano infantil muestra un segundo arma. Pero en realidad están jugando con ellas. Son de sus hermanos mayores, que están ahí aunque no aparezcan en la imagen. Es una suerte de “foto falsa”, un ejemplo de cómo el fotoperiodista puede engañar. La retiró del mercado porque la pedían mucho para hablar de niños soldado pese a que el pie de foto explicaba perfectamente la escena: “Era como la foto sexy”.

Esta sí que es peligrosa, esta sí que es una foto de guerra -dice de una segunda imagen, aparentemente más inocente por mostrar una pistola de plástico-. Es un futuro comando palestino, organizado en grupos de cuatro o cinco. El niño es el jefe de la banda. Es el jefe porque el hermano se ha inmolado en Tel Aviv. Es el hermano del martir. Todo el mundo le va a respetar a él y a su familia. El de la izquierda [el que aparece pegado a su rostro] es su confesor, la persona en quien confiará este chico hasta que muera. Y luego sus amigos del alma. […] Esta es la foto jodida”.

Foto: Ferran Quevedo. Álbum: Under control.

Foto: Ferran Quevedo. Álbum «Under control» (ferranquevedo.com)

 

Foto: Ferran Quevedo

Foto: Ferran Quevedo. Álbum «Under control» (ferranquevedo.com)

Siempre la imagen. Dar vueltas sobre cómo hacer que funcione para cambiar las cosas. Es Quevedo quien trae a colación el Guernica, tan simbólico y efectivo. “No contamos nada en positivo. Sólo contamos cuando tiran cohetes. Una foto en términos positivos no funciona” reconoce. Menciona con preocupacción a lo largo de la tertulia la pornografía humanitaria que se deriva de la necesidad de fondos de las ONG. El día del encuentro se publica en Planeta Futuro un artículo sobre el premio Rusty Radiator de la ONG noruega SAIH. Se otorga cada año a la campaña benéfica más basada en estereotipos, principalmente los del negrito barrigudo y el héroe blanco. “Pena, pena, pena. Mocos, mocos, mocos”, lamentará.

Aylan, Omran, el vídeo de Channel 4 sobre Alepo, ese lugar donde los niños han dejado de llorar. ¿Sirve de algo ese shock momentáneo? “Si la gente necesita un icono para darse cuenta, pues bueno. Siempre y cuando ese icono sea respetuoso y no se muestre la cara del niño” dice la periodista, más partidaria de evitar la carnaza y contar las cosas “con una sabanita o con una imagen velada”. “Este tipo de imágenes que funcionan muy bien tienen un efecto antibiótico. La siguiente vez necesitas más dosis. Lo de Omran ya no funcionó tan bien como Aylan”, analiza Quevedo.

El invitado propone pasar de nivel viendo “una foto de guerra de verdad”. Quiere que los participantes en la tertulia entiendan. Se debate la idea, hay indecisión. Al final, Quevedo muestra la imagen mientras muchos se tapan los ojos. Es un niño muerto que parece haber recibido dos mordiscos gigantes en la entrepierna y el costado. Pero no fueron tiburones, fue un obús. “Esto y la muerte en directo ya son el límite. Más allá no hay nada”, dice. La imagen origina una larga discusión.

Cuando atacaron la primera escuela de la ONU, las madres y los niños salieron huyendo hacia el hospital que había al lado y nosotros también fuimos. Me inflaba a llorar, todos los días lloraba. Y el cámara me decía ‘Yo hace por lo menos veinte años que lloré por última vez’. Cuando llegó al hospital y vio un bebé de días con una mancha de sangre en el babero, empezó a limpiarse las lágrimas”, relata Álvarez. La periodista también recuerda cuando bombardearon a cuatro niños palestinos que jugaban en una playa. “Vi esas imágenes y me costó sacar planos porque los niños estaban hechos pedazos”.

Foto: Jon Bradburn

La Tertulia Infinita «Infancia en Oriente Medio». Foto: Jon Bradburn (cc by)

En el encuentro nos preguntamos quién tiene la responsabilidad de lo que ocurre. Si son los gobiernos, si somos nosotros, si estamos anestesiados, si es el afán por la instantaneidad o los 140 caracteres. “Los gobiernos son responsables de esta foto y nosotros no hemos hecho nuestra parte”, dice Celia Zafra, responsable de Comunicación en Médicos del Mundo, que ha acudido al debate.“Lanzas una campaña en favor de los refugiados y los comentarios en Facebook son un escándalo. Aparecen segmentados en muros y en espacios donde presumiblemente hay cierta receptividad a ese tema. Pues son racistas no, lo siguiente. Del estilo de ‘Que se mueran en el agua’”.

Nosotros podemos ir a las manis, podemos quejarnos, podemos hacer fotos, podemos escribir, pero los que tienen que hacer son la Unión Europea y el Gobierno”, afirma Quevedo. Pero el ciudadano no suele entender el papel de los gobiernos nacionales en lo que pasa en el extranjero. “Captar fondos para hacer un apadrinamiento chulo o emotivo es mucho más fácil que para hacer campañas de incidencia política con el objetivo de cambiar de verdad las cosas. Tienes que organizar miles de reuniones, generar materiales con denuncia precisa, hacer investigación… Eso tiene poquísimo glamour, pero es en donde las ONG debemos insistir” (Zafra).

Yo creo que nosotros no somos culpables pero sí somos responsables. Todos. La gente tiene distintos niveles de compromiso desde el “Conozco la realidad” que es el primer paso, el “Me informo más en profundidad”, el “Voy a intentar colaborar o ir a una mani” y por último “Me comprometo con una causa y hago todo lo que puedo por ella», concluye la reportera de TVE.

He dormido muy mal”, me dice una persona que llama al día siguiente y no ha dejado de pensar en el “Somos responsables”. “Se me quedó mal cuerpo”, comenta otra con la que como días después. Quizá es lo necesario.

La Tertulia Infinita nº 21 «Infancia en Oriente Medio» se celebró en el Café Belén de Madrid el 20 de diciembre de 2016. Gracias a Álvaro Arriba.

Fotogalería «La infancia en Oriente Medio«. La Tertulia Infinita 21.

 

 


Rosa María Calaf: “El viaje es esencial”

 

  • Un consejo: “Hay que ir a ver las cosas en persona y, si no puedes, tener los ojos de ese periodista que es de confianza y cuenta las cosas como son”
  • Periodismo: “La audiencia ha acabado creyendo que es mejor periodista el que anda todo el rato arrastrado por el suelo cuando no es necesario”
  • Cataluña: “Los nacionalismos, como la religión, son siempre las causas más irracionales de los enfrentamientos”
  • Marginedas: “Compartíamos infraestructura, vivíamos en el mismo edificio, íbamos juntos al súper… Estoy preocupada”

Rosa María Calaf, en La Tertulia Infinita 9. Foto: Mónica Marcos.

La primera vez que la buscamos, Rosa María Calaf (Barcelona, 1945) respondió desde Alaska. Antes o después de esa ruta cayeron las de Irán, Mongolia, Argentina, Australia… Desde que se jubiló, la periodista de TVE reserva tres meses al año para viajar en coche sin la presión de entregar crónica a un medio, sólo para alimentar el alma con personas y paisajes nuevos: “El viaje es esencial. Si no sales a conocer lo distinto, te pierdes mucho. Aprendes de lo que es diferente, no de lo que es igual”.

 

¿Y qué es un viaje?: “Moverte al son de las personas que encuentras y de las dificultades”. Calaf, que conoce 178 países y va a por más, cree en las transformaciones positivas que viajar puede provocar en la vida de alguien y en su percepción de sí mismo, por eso no se cansa de recetar: “Hay que ir a ver las cosas en persona y, si no puedes, tener los ojos de ese periodista que es de confianza y cuenta las cosas como son”.

 

Su inquietud por visitar otros lugares viene de la infancia, cuando el abuelo que comerciaba con azafrán de la India le hablaba de aquella tierra exótica, de Estados Unidos y de Europa. Con 18 años hizo autoestop hasta Suecia. Y si en 1956 Enrique Meneses realizó un trayecto mítico “De Cairo a Cabo”, ella se atrevió con algo parecido unos años después: carretera desde Barcelona hasta Sudáfrica. “Lo terrible es que probablemente ninguno de los dos viajes se podría hacer ahora. Hay zonas por las que sería suicida transitar. Y no recomendaría mucho el autostop”.

 

“Hablamos de globalización y de la posibilidad tecnológica de llegar a todas partes, del ideal de un mundo cohesionado, pero estamos consiguiendo todo lo contrario”. Calaf defiende la cultura de consenso por encima de la confrontación, en el mundo y en España. ¿Crees que TVE acabará viéndose en la necesidad de abrir una corresponsalía en Barcelona?, pregunta Raúl de la Torre. “Ante todo soy internacionalista. Restar es un error. Hay que sumar. Es una equivocación enorme que pudiendo ser dos cosas acabes siendo una”. “Los nacionalismos, como la religión, son siempre las causas más irracionales de los enfrentamientos. Son emociones, y cuando elevas la emoción a categoría de ideología, tiene muy mal final”. “Lo poco que miramos hacia atrás, hacia la Historia. Cómo cometemos los mismos errores. Y uno de los principales en España es el sectarismo. Conmigo o contra mí”.

Rosa María Calaf, durante la tertulia. Foto: Mónica Marcos

 

Las historias de esta periodista se enroscan y desenroscan, se expanden con anécdotas como genios salidos de la botella. Calaf cenando con un político seductor y sanguinario en Hispanoamérica. Documentándose en las bibliotecas de Londres y París . Conversando con un Ryschard Kapuscinski aún poco conocido que le da pistas para su aventura africana. ¿Qué opina sobre este reportero mítico, del que se han dibujado perfiles tan negativos tras su muerte?, inquiere Alfredo Jiménez-Millas. “Creo que hizo un trabajo extraordinario -un polaco, en aquella época-, aunque otro debate es que en algún caso pueda ser que no se ajustase a lo que estrictamente sucedió” (quizá, quiere pensar Calaf, porque los medios escritos requieren más margen de maniobra, más ingredientes literarios, a la hora de construir las historias).

 

Una cosa es enriquecer los textos, otra mentir, falsear. Calaf clama contra los simulacros en televisión, y especialmente en el periodismo de guerra: “El periodismo ha evolucionado a una gran dosis de espectáculo. Es lo que impacta sobre lo que importa. La empresa periodística está encantada de que te disfraces de reportero intrépido y vayas con casco y chaleco, y estés con el velo cuando no hace ninguna falta (aunque a veces sí sea necesario). Lo mismo con la mascarilla sanitaria. Si te fijas, ves por detrás gente local que no lo lleva. O notas que la reportera que se cubre está sola por la noche en el tejado de un hotel”. “Esto no es una cosa española, es una situación general”. “Si ruedas a gente que se pone a gritar y a quemar banderas de Estados Unidos sólo cuando le acercas la cámara tienes que explicarlo, mover la cámara y decir que cuando has llegado no estaba pasando eso. No puedes rellenar la información de elementos que son falsos”. “Compañeros, sobre todo freelance, me dicen que si no hacen eso nadie compra su trabajo. Se lo compran al que hace el numerito. Es una perversión total”. “Tienes que hacer información de la guerra como si fuera una película. La audiencia ha acabado creyendo que es mejor periodista el que anda todo el rato arrastrado por el suelo cuando no es necesario (insisto que muchas veces lo es)”. “La gran esperanza es la Red, pero divulgando mucho que tenemos que aprender a manejarla”.

 

Los tres periodistas españoles secuestrados en Siria (Marc Marginedas, Javier Espinosa y Ricardo García Vilanova) “no van en plan Rambo, movidos por la presión de hacer algo espectacular en lugar de valioso”. Según la periodista, su caso es doloroso y sólo una muestra más del sinsentido en el que se ha convertido Siria: “Los intereses por los que se combate han dejado de ser los intereses del pueblo sirio”. Calaf habla con mucho cariño de Marginedas. Compartieron destino: “Es casi como un hijo. Le enviaron a Moscú cuando empezaba su carrera, dice que quiere terminarla allí. Compartíamos infraestructura, vivíamos en el mismo edificio, íbamos juntos al súper… Estoy preocupada”.

 

Calaf, en un momento de La Tertulia Infinita 9. Foto: Mónica Marcos

Sería tonto pensar que la existencia de esta corresponsal ha estado libre de sufrimiento o renuncias personales. Que no hay aristas en su carácter o en su trayectoria. Pero el resultado conseguido es bueno y le hace saber que tomó las decisiones correctas. Muchos asistentes a la tertulia sonríen y suspiran por tener la mitad de experiencias que ella ha tenido y por la libertad de que dispone ahora (hay vida tras un ERE). Ella se lo agradece a la vida (“Mientras el cuerpo aguante…”).

 

También alguien puede pensar que emplear aquí la palabra “guapa” para describir a la periodista sólo aporta frivolidad al texto. Pero hay que mencionar lo que llama la atención del invitado: no es que Rosa María Calaf diera bien ante la cámara, es que es (tiempo presente) muy guapa. Y cariñosa. Y tiene esa clase de elegancia que hace que quieras mirar todo lo que lleva puesto, porque hasta la más pequeña cosa parece particular, de otro lugar o con secreto. Por eso hay admiradores que la saludan en el metro, antes de la tertulia y tras la propia tertulia, donde nunca antes un invitado había sido requerido para hacerse tantas fotos de recuerdo. Se acercan con respeto: «Perdone que interrumpa, sólo quería decirle que…».

 

Hace años, Rosa María Calaf se definió en un test como “curiosa, inquieta, insaciable”. Próximo viaje: Islandia, Groenlandia, San Petersburgo, el Cáucaso.

 

Álbum de fotos de La Tertulia Infinita 9

[Rosa María Calaf fue la corresponsal invitada en La Tertulia Infinita 9, celebrada el jueves 26 de diciembre de 2013 en el Bar Turkana de Madrid].