Oriente Medio: infancias colaterales


 

Conversamos como dentro de un Guernica de Picasso: fragmentos impactantes, conjunto desolador. Yolanda Álvarez (@yalvareztv, En Portada, TVE) y Ferran Quevedo (@ferran_quevedo, activista y fotoperiodista freelance) son artesanos del relato gráfico, y los dilemas en torno a la imagen terminarán vertebrando el debate sobre la infancia en Oriente Medio. La carnaza o la sábana que cubre. El obús sobre un niño o la poesía. ¿Cómo mostrar lo que ocurre para que alguien haga algo de una puñetera vez?

Ferrán Quevedo y Yolanda Álvarez. Foto: Jon Bradburn.

Ferrán Quevedo y Yolanda Álvarez. La Tertulia Infinita. Foto: Jon Bradburn (cc by)

¿Infancia? ¿Qué infancia?” -comienza Yolanda Álvarez-. “No les dejan ser niños. Sobre todo en Palestina creo que es una infancia muy dura, a veces una infancia robada. Pienso especialmente en esos niños de Gaza que en menos de seis años -los que tienen ahora siete- han vivido tres guerras. ¿Qué tipo de vida o qué tipo de infancia se puede tener cuando bombardean tu casa, matan a tu padre o a tus hermanos, o te dejan un hermano con una discapacidad que ya no puede hablar o no puede caminar? Tú te quedas en casa con la familia totalmente desestructurada y tienes que hacer como que no pasa nada cuando vas al colegio entre escombros y tu paisaje son las ruinas de una guerra”.

Cuando volvió a España después de cuatro años como corresponsal en Jerusalén, Álvarez realizó dos magníficos documentales para En Portada: Atrapados en Gaza y Esclavas del Daesh. El primero presenta a la niña de 13 años Rewaa, que sufrió un ataque aéreo dentro de una escuela-refugio: “Cuando la volví a ver dos meses después ya se había convertido en una especie de adolescente mayor con todo el peso del sufrimiento que supone el llevar tres guerras a cuestas”. En «Esclavas del Daesh» aparecen Nadia Murad, convertida en símbolo de las víctimas sexuales del grupo terrorista ISIS dentro de la minoría yazidí, y la joven Samira (nombre ficticio), que se prendió fuego para parecer fea y evitar seguir siendo violada por los extremistas. “Daños colaterales”, dice la periodista con sarcasmo.

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Yolanda Álvarez. La Tertulia Infinita. Foto: Jon Bradburn (cc by)

Ferran Quevedo empieza hablando mal de su trabajo y bien del de otros sospechosos habituales con los que opera, como Ricard G. Vilanova o Andoni Lubaki. Sugiere que su cobardía le ha hecho situarse más en la retaguardia, aunque pronto se verá que su concepto de estar a salvo es bastante relativo. “Soy el que se ha escondido más debajo de los coches y entonces me dedico a hacer fotos un poco más poéticas, porque no me va tanto la guerra”. Quevedo va enseñando en un pequeño ordenador una muestra de «iconografía de la infancia» que considera más apegada a la realidad de lo que se suele ver en las portadas. Impacta por su calidad. En general son imágenes menos dramáticas, llenas de matices, aunque también ha presenciado el dolor. Casi al final de la tertulia relatará: Hay un punto de inflexión, hay un antes y un después cuando ves matar al primer niño. Cuando ves muertos es muy duro, pero cuando ves niños muertos… A mí me afectó bastante, porque son la pureza”.

Estamos en un Café Belén que normalmente es azul pero que ahora tiene toques luminosos de blanco y rojo por Navidad. Quevedo muestra extractos de 40 horas de grabación propia realizadas a lo largo de 11 meses como voluntario en un hospital de campaña de la frontera siria. Es territorio bajo dominio de Hezbolá asediado por el ISIS, sin presencia de ONG, donde se han recibido o se recibirán ondas de batallas como las de Quseir, Qualamun o Yabrud. “Nos disparaban de todo, pero algo normal”. Las imágenes muestran la naturalidad con la que cerca de una decena de niños llegan cada día directos de la guerra, desorientados, y se convierten en alumnos anárquicos en escuelas donde quien les fotografía es también el enfermero y además su profesor. Hay una serie de retratos llenos de rostros que hablan de trauma y desconfianza, pero también de una travesura infantil universal. Algunos pequeños nunca han ido al colegio y hay que “introducirles en el sistema”: “Me volvían loco”.

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Ferran Quevedo. La Tertulia Infinita. Foto: Jon Bradburn (cc by)

No hay comparación posible entre países o regiones. Por ejemplo, los pequeños israelíes y palestinos viven frente a frente en universos a años luz. Estos últimos “maman la violencia desde que nacen”, afirma Álvarez. “Han nacido en el aceite hirviendo”, completará Quevedo.

Comparar la infancia de un niño israelí con la de un niño palestino… Cuando veo que a un kilómetro de la frontera con Gaza están criando tulipanes en el desierto y que a un kilómetro hacia dentro no tienen agua potable en ningún grifo, me hierve la sangre. Soy incapaz de hacer una comparación mínimamente ecuánime. Creo que miedo pasan todos y que eso es lo que tienen en común, y también que ambos gobiernos utilizan la educación para meterles más miedo y más odio”, explica la reportera. «Que la mejor maestra del mundo sea una mujer palestina que haya creado un método para que los niños elijan la no violencia me hace pensar que hay esperanza y sobre todo por el lado de las mujeres», celebra.

En un caso muy sonado, durante la operación Margen Protector sobre Gaza, el entorno institucional israelí acusó a Álvarez de activismo político pro Hamas, presionando para su vuelta a Madrid, algo que finalmente se produjo. Ella (lamentando todas las muertes) recuerda que el número de las víctimas palestinas fue mucho más elevado. “Como periodista, ¿dónde tengo que estar? Donde hay más sufrimiento, donde la gente no tiene dónde meterse”. Álvarez insiste en que no elige bando y a lo largo del encuentro reparte para todos: “Me preguntan quiénes son los buenos y quiénes son los malos. En la mayoría de los casos la elección es entre lo malo y lo peor”. “Nada es blanco ni negro. Yo soy properiodismo”. “Los de Hamas son tan majos que preparan túneles para sus propias milicias pero no búnkeres donde meter a la población civil. Cuando Israel bombardea, el único sitio al que pueden ir para resguardarse son las escuelas”, explica.

La reportera valenciana recalca haber vivido “momentos preciosos con sonrisas de niños que nunca olvidaré y que a mí me han dado la vida y me han devuelto la fe y la esperanza en la humanidad”. Cree que a pesar de la dureza “precisamente la infancia tiene esa inocencia y esa maravilla de hacernos creer que otro mundo es posible”. Tanto ella como su colega insisten en la resiliencia que han observado en los grupos más vulnerables, pero la conversación encadena vivencias sombrías.

2003, Jerusalén. Ambiente de que algo va a saltar por los aires. Dos semanas en agosto en que no puedes salir a la calle. Los vecinos se pasaban el agua de casa en casa. Día cinco, seis o siete los niños se empiezan a poner enfermos porque no hay agua y hay muchas basuras. Y los viejos se mueren porque no tienen insulina. […] El nivel de estrés es lo más alto que yo recuerdo. Porque no es una guerra, es diario. Es un desgaste durante años y años”, recuerda Quevedo. Álvarez narra su visita al campo de detención de Ofra, sin que se le permitiera grabar. “Hablé con niños palestinos que tenían marcas de bridas, aunque estén prohibidas internacionalmente. Te decían ‘Me han cascao‘». La ex corresponsal dice que los niños palestinos están más expuestos: “Su padre no puede hacer nada porque no hay búnker y no hay Ejército. […] Esa sensación de desprotección tiene que ser muy dura. Y con eso conviven ya va a hacer 50 años”.

Quevedo utiliza dos de sus fotos para explicar el nacimiento en entornos infantiles de los comandos palestinos. La primera escena parece peligrosa. Un niño con camiseta de Mickey Mouse sujeta una pistola real y otra mano infantil muestra un segundo arma. Pero en realidad están jugando con ellas. Son de sus hermanos mayores, que están ahí aunque no aparezcan en la imagen. Es una suerte de “foto falsa”, un ejemplo de cómo el fotoperiodista puede engañar. La retiró del mercado porque la pedían mucho para hablar de niños soldado pese a que el pie de foto explicaba perfectamente la escena: “Era como la foto sexy”.

Esta sí que es peligrosa, esta sí que es una foto de guerra -dice de una segunda imagen, aparentemente más inocente por mostrar una pistola de plástico-. Es un futuro comando palestino, organizado en grupos de cuatro o cinco. El niño es el jefe de la banda. Es el jefe porque el hermano se ha inmolado en Tel Aviv. Es el hermano del martir. Todo el mundo le va a respetar a él y a su familia. El de la izquierda [el que aparece pegado a su rostro] es su confesor, la persona en quien confiará este chico hasta que muera. Y luego sus amigos del alma. […] Esta es la foto jodida”.

Foto: Ferran Quevedo. Álbum: Under control.

Foto: Ferran Quevedo. Álbum «Under control» (ferranquevedo.com)

 

Foto: Ferran Quevedo

Foto: Ferran Quevedo. Álbum «Under control» (ferranquevedo.com)

Siempre la imagen. Dar vueltas sobre cómo hacer que funcione para cambiar las cosas. Es Quevedo quien trae a colación el Guernica, tan simbólico y efectivo. “No contamos nada en positivo. Sólo contamos cuando tiran cohetes. Una foto en términos positivos no funciona” reconoce. Menciona con preocupacción a lo largo de la tertulia la pornografía humanitaria que se deriva de la necesidad de fondos de las ONG. El día del encuentro se publica en Planeta Futuro un artículo sobre el premio Rusty Radiator de la ONG noruega SAIH. Se otorga cada año a la campaña benéfica más basada en estereotipos, principalmente los del negrito barrigudo y el héroe blanco. “Pena, pena, pena. Mocos, mocos, mocos”, lamentará.

Aylan, Omran, el vídeo de Channel 4 sobre Alepo, ese lugar donde los niños han dejado de llorar. ¿Sirve de algo ese shock momentáneo? “Si la gente necesita un icono para darse cuenta, pues bueno. Siempre y cuando ese icono sea respetuoso y no se muestre la cara del niño” dice la periodista, más partidaria de evitar la carnaza y contar las cosas “con una sabanita o con una imagen velada”. “Este tipo de imágenes que funcionan muy bien tienen un efecto antibiótico. La siguiente vez necesitas más dosis. Lo de Omran ya no funcionó tan bien como Aylan”, analiza Quevedo.

El invitado propone pasar de nivel viendo “una foto de guerra de verdad”. Quiere que los participantes en la tertulia entiendan. Se debate la idea, hay indecisión. Al final, Quevedo muestra la imagen mientras muchos se tapan los ojos. Es un niño muerto que parece haber recibido dos mordiscos gigantes en la entrepierna y el costado. Pero no fueron tiburones, fue un obús. “Esto y la muerte en directo ya son el límite. Más allá no hay nada”, dice. La imagen origina una larga discusión.

Cuando atacaron la primera escuela de la ONU, las madres y los niños salieron huyendo hacia el hospital que había al lado y nosotros también fuimos. Me inflaba a llorar, todos los días lloraba. Y el cámara me decía ‘Yo hace por lo menos veinte años que lloré por última vez’. Cuando llegó al hospital y vio un bebé de días con una mancha de sangre en el babero, empezó a limpiarse las lágrimas”, relata Álvarez. La periodista también recuerda cuando bombardearon a cuatro niños palestinos que jugaban en una playa. “Vi esas imágenes y me costó sacar planos porque los niños estaban hechos pedazos”.

Foto: Jon Bradburn

La Tertulia Infinita «Infancia en Oriente Medio». Foto: Jon Bradburn (cc by)

En el encuentro nos preguntamos quién tiene la responsabilidad de lo que ocurre. Si son los gobiernos, si somos nosotros, si estamos anestesiados, si es el afán por la instantaneidad o los 140 caracteres. “Los gobiernos son responsables de esta foto y nosotros no hemos hecho nuestra parte”, dice Celia Zafra, responsable de Comunicación en Médicos del Mundo, que ha acudido al debate.“Lanzas una campaña en favor de los refugiados y los comentarios en Facebook son un escándalo. Aparecen segmentados en muros y en espacios donde presumiblemente hay cierta receptividad a ese tema. Pues son racistas no, lo siguiente. Del estilo de ‘Que se mueran en el agua’”.

Nosotros podemos ir a las manis, podemos quejarnos, podemos hacer fotos, podemos escribir, pero los que tienen que hacer son la Unión Europea y el Gobierno”, afirma Quevedo. Pero el ciudadano no suele entender el papel de los gobiernos nacionales en lo que pasa en el extranjero. “Captar fondos para hacer un apadrinamiento chulo o emotivo es mucho más fácil que para hacer campañas de incidencia política con el objetivo de cambiar de verdad las cosas. Tienes que organizar miles de reuniones, generar materiales con denuncia precisa, hacer investigación… Eso tiene poquísimo glamour, pero es en donde las ONG debemos insistir” (Zafra).

Yo creo que nosotros no somos culpables pero sí somos responsables. Todos. La gente tiene distintos niveles de compromiso desde el “Conozco la realidad” que es el primer paso, el “Me informo más en profundidad”, el “Voy a intentar colaborar o ir a una mani” y por último “Me comprometo con una causa y hago todo lo que puedo por ella», concluye la reportera de TVE.

He dormido muy mal”, me dice una persona que llama al día siguiente y no ha dejado de pensar en el “Somos responsables”. “Se me quedó mal cuerpo”, comenta otra con la que como días después. Quizá es lo necesario.

La Tertulia Infinita nº 21 «Infancia en Oriente Medio» se celebró en el Café Belén de Madrid el 20 de diciembre de 2016. Gracias a Álvaro Arriba.

Fotogalería «La infancia en Oriente Medio«. La Tertulia Infinita 21.

 

 


Armada y Guardiola: de Bosnia a Siria, una inmensidad

Alfonso Armada (izquierda) y Antonio Guardiola (derecha). Foto: Jon Bradburn

Alfonso Armada (izquierda) y Antonio Guardiola (derecha). Foto: Jon Bradburn

Atardece en la champañería María Pandora. “El paisaje desde aquí es apasionante”, apunta José Antonio Guardiola refiriéndose al local, las velas, las miradas. “Para nosotros también”, le contestan señalando la librería a sus espaldas. El periodista bromea: “Siempre hay que ponerse en el lado del otro”. A eso vamos. A una tertulia que, como dice Alfonso Armada con guasa, tiene un nombre atractivo pese a la devaluación del término, por aquello de infinita: “Quedarnos aquí hablando toda la noche puede ser interesante. Igual descubrimos cosas que no sabíamos que sabíamos”.

La cita es sobre guerras porosas, un modo de llamar a esos conflictos aparentemente inconexos que terminan provocando erupciones de distinto color en toda la piel del planeta. De lo que más se hablará al final es de la dificultad creciente para relatar esa violencia dispersa y mutante.

Guardiola (Madrid, 1963) se declara admirador de Armada (Vigo, 1958) desde sus comienzos, cuando llegó a su primera cobertura internacional en Ruanda y Ramón Lobo le avisó de que lo hacía con retraso porque el corresponsal gallego ya se había ido. Nunca han llegado a coincidir ni en ese destino ni en otro exterior, aunque han buscado puntos de encuentro diversos en Madrid. Les preguntamos si la guerra de Bosnia y la de Siria son comparables como hitos que han marcado a dos generaciones de periodistas. Algún invitado joven nos sugirió en tertulia anterior que hasta que Siria apareció en escena parecía que el único periodismo internacional en España era el de la antigua Yugoslavia.

Ambos estuvieron en Los Balcanes pero creen que los dos conflictos no pueden compararse. “Gervasio Sánchez dice que la guerra de Bosnia fue una de las mejor cubiertas de los últimos tiempos. Creo que tiene razón. Yo estaba entonces en El País –cuenta Alfonso Armada- y pasamos siete por allí. La cobertura fue exhaustiva. Siempre había un enviado especial de El País en Sarajevo. Nos dábamos el relevo en Trieste. Con mucho espacio, muchos recursos”. Pero también hubo decepción: “Aunque como periodista lo que intentas es contar las cosas de manera más exacta y más apasionante posible siempre esperas que el resultado de tus coberturas acabe provocando algo en la realidad, y ahí uno empieza a descubrir que a pesar de la información tan exhaustiva de Sarajevo, de contar cómo una ciudad como Madrid estaba siendo bombardeada, al final los gobiernos europeos no reaccionaron. La guerra se prolongó más de la cuenta y el resultado fue un país imposible”.

Siria, prosigue Armada, no se está cubriendo: “Se han publicado crónicas fantásticas sobre todo cuando la oposición a Al Assad no era lo que es ahora, pero después de los secuestros y asesinatos de varios periodistas es imposible por el coste. Es una guerra terriblemente complicada”. Después matizará: “No imposible, pero sí muy difícil”. “Cuando los periodistas se convirtieron en objeto de comercio susceptibles de ser intercambiados por dinero se volvió una guerra que se está malcubriendo”, continúa el periodista.

José A. Guardiola describe Bosnia como “el último momento en que se vive un conflicto tradicional donde los frentes más o menos controlados en un mapa perciben a los periodistas como objetos de seducción. El bosnio, el croata, el serbio quiere ganarse su cariño porque es la única forma que tienen de volver a la opinión pública internacional de su parte. Con Internet los propios frentes, sobre todo los insurgentes, tienen capacidad de transmitir. ¿Para qué queremos periodistas? Es el problema de la cobertura de Siria”.

La falta de seguridad y la pérdida de relevancia de los corresponsales por la crecida digital son una pinza dolorosa para los reporteros. La crisis económica hace el resto. Guardiola trae a la conversación, como homenaje, a José Couso (el día de la tertulia hace 12 años que le mataron). Cree que su caso inició un gran debate sobre las condiciones de su muerte pero también otro sobre cómo iban protegidos los periodistas. Las empresas españolas empiezan a pensar en seguros: “No lo estoy criticando –aclara- pero eso que imaginábamos que era a favor de los periodistas, más protección, puede que no haya sido tan a favor del periodismo. Muchas empresas se retraen a la hora de mandar a enviados”. Armada lo relaciona con el poder creciente de la publicidad y la propaganda. “Igual que muchas empresas ya no requieren de los medios para cubrir su mensaje, los propios agentes en conflicto tienen expertos, producen vídeos, ya no necesitan a los periodistas”.

 

En la champañería María Pandora.

En la champañería María Pandora.

A Héctor Rodríguez le preocupa el poder de atracción del yihadismo en Europa. Se comenta la calidad hollywoodiense de los vídeos del Ejército Islámico (EI). Rafael Díaz Arias, presente en el bar, destaca su factura técnica impecable: «Están desarrollando directamente los códigos periodísticos». Ahora su lenguaje va dirigido a los europeos y norteamericanos y “no es que al EI no le hagan falta los periodistas sino que ha secuestrado a los propios periodistas”. Relata el caso de John Cantlie, reportero rehén del EI que presenta documentales vestido con el temible peto naranja y narra con estilo periodístico las cosas que los terroristas quieren que diga. En algunos de sus vídeos se expresa con un “In this show”, recuerda el profesor. En el último filme conocido (febrero de 2015), un Cantlie demacrado anunciaba que era el último de la serie.

En este contexto amenazante se extiende también la sensación de que cada vez más países antes irrelevantes alcanzan el estatus de “conflictos con potencial desestabilizador mundial”. Léase, por ejemplo, Yemen. La logística se complica. “El otro día hacía una lista de en qué lugares deberíamos tener enviados especiales simplemente para entender lo que es el EI. No habría ningún medio de comunicación en España capaz de tener despliegues en Nigeria, Libia, Argelia, Sáhara, Yemen, Irak, Siria… Y se me olvidan muchos”, dice el director de En Portada.

“Se extiende el periodismo de experiencias que no va al trasfondo. Antes estabais en una guerra un mes, dos… Hoy hay enviados que se van una semana. ¿En una semana qué puedes contar de un conflicto?”, argumenta Sara Campos, preocupada por el recurso al periodismo ciudadano como sustituto.

“Las nuevas realidades del norte de África y Oriente Próximo -confirma Armada a la pregunta de un contertulio- han pillado con el pie cambiado a los especialistas, a los medios, a los redactores jefe… porque el mapa más o menos ordenado que tenían ha saltado en mil pedazos. La cobertura está siendo muy fragmentaria. Y eso de que la mayoría de corresponsales esté en Jerusalén, aparte de complicarles la vida a la hora de moverse por los problemas de sellos y pasaportes, hace que la mirada se tiña mucho aunque no quieras. Plantea problemas. Por su propia naturaleza, el mundo árabe es como África, mucho más rico de matices que las simplificaciones en que caemos los medios a veces”.

La cobertura de África es “guadianesca”, según Armada. Hay que escuchar con atención a un periodista que cubrió durante 6 años el continente y ha sido capaz de convencer a sus medios para que publicaran piezas sobre el teatro en Ruanda o Mozambique ecuando estos países no interesaban más allá de sus conflictos: “El problema es que no se puede hablar de África. Hay que hablar de países concretos, uno por uno, y cada uno tiene tanta complejidad que exige mucho tiempo y espacio. Hay pocos corresponsales permanentes y no hay interés genuino”. Las primaveras árabes, continúa Armada, fueron el momento de los freelance: “algunos iban a la buena de Dios a jugarse la vida sin haber negociado antes asignaciones con ningún tipo de medio y a veces cuando ya estaban allí conseguían crónicas muy mal pagadas. Es una tendencia muy preocupante. Muchos grandes medios han dimitido de su obligación de dedicar buena parte de los recursos a la cobertura internacional. El propio James Nachtwey decía el otro día que tenía dificultades para conseguir buenas coberturas. Si le pasa a él…”

Y sigue el embudo: “Eso lleva a que si tenemos que gastar el dinero, hagámoslo con el periodista que nos vaya a contar la guerra como queremos que nos la cuente. El riesgo del periodismo estrella”, dice Guardiola. Elena Aljarilla le pregunta por el programa En Tierra Hostil y su supuesto sensacionalismo. Guardiola prefiere quedarse con lo positivo: “Algunos elementos narrativos me parecen interesantes y legítimos para acercar conflictos a audiencias masivas. Si echo algo de menos es quizá el contexto. Si oigo ‘Estoy en un edificio con una bandera, creo que es el ministerio’, yo creo que un periodista debe decir ‘Este es el ministerio’”. El director de FronteraD y el Master de ABC recuerda que a veces la fórmula del reportero metiéndose en el peligro hace que se consigan más espectadores y que no siempre significa falta de rigor: “El hecho de que el periodista sea tanto el hilo conductor y se meta en la historia a mí me plantea dilemas, pero como recurso narrativo funciona”.

Siempre el resultado, la tirada, las audiencias. A veces se las teme más de lo debido: “Los reportajes que hacemos sobre África no tienen ni más o menos audiencia que uno de Latinoamérica o Europa. Si haces un tratamiento digno de África no tiene por qué generar menos audiencia”, asegura Guardiola. Pregunta tras pregunta el director de En Portada desgrana algunas ideas para que la televisión pública tan criticada últimamente funcione mejor: “Creo que sería muy bueno que los responsables de las áreas tuvieran asignada una parte del presupuesto para realizar los viajes que consideren imprescindibles, al margen de lo que digan el editor del Telediario y el director de informativos”. También: “En América están deseando que nosotros les contemos lo que les está contando Telesur, los rusos, los chinos, los franceses, los alemanes, y ya no digo CNN en español que tiene una capacidad de producción inalcanzable para cualquier otra televisión. Es decir, que ese tiene que ser el horizonte, que esa es la verdadera marca España, y que TVE tendrá proyección de futuro en la medida en que entienda que el horizonte está también y sobre todo al otro lado del Atlántico.  Sin ninguna duda”.

El respaldo de los libros

El respaldo de los libros

A José Antonio Guardiola le apasiona la narración. Habla en totales. Rápido. Directo. Más que explicar las cosas, las titula. Durante la conversación da vueltas a un próximo reportaje de Alberto Nisman para En Portada. Como si fuera un cubo de Rubik. Quiere calidad, que encajen la verdad y su contexto: “Con todas las herramientas narrativas que tiene el lenguaje audiovisual, cómo encontrar la fórmula para lograr hacer algo que sabemos que no existe que es el reportaje perfecto”.

A Alfonso Armada le apasiona todo. “Contar la experiencia propia es fundamental. Incluye emoción, controlada pero emoción. En muchas crónicas esa emoción falta, pero es parte necesaria del relato para ayudar al lector, al espectador, a ponerse en lugar del otro”, dirá durante la tertulia. Su discurso lleva a multitud de referentes profesionales, culturales, artísticos y humanos. De Antonio Lafuente, corresponsal de EFE en Nueva York que urdió con él la trama que es hoy FronteraD, a Ryszard Kapuscinski pasando por Martín Caparrós, Tomás Alcoverro, el pintor Antón Patiño, la fabulosa iraní Shirin Neshat (comparen la belleza de sus coreografías con la estética del ISIS), Susan Sontag… Una enseñanza que comparten ambos periodistas es la de Corinne Dufka: en el momento en el que veas que has perdido la sensibilidad debes dejarlo. Hasta aquí he llegado.

Los dos mencionan también a periodistas más jóvenes. Guardiola, a los reporteros de su época de director de Internacional (Luis Pérez, Yolanda Álvarez, Antonio Parreño, Oscar Mijallo…). Armada, a Mikel Ayestarán, David Beriain, Lino González Veiguela… Uno se siente ante dos hubs del periodismo internacional español conectados a todos los elementos del sistema.

Cuando ya se han ido alguien nos afea la falta de caña: “Ellos son periodistas y hacen preguntas agresivas, teníais que haber hecho lo mismo”. Es verdad. Pero lo que tiene hablar de la guerra con dos personas capaces de transmitir su cataclismo es que te dejan con cero ganas de pelea.