Álvaro Ybarra y Manu Brabo: No dramaticen, estamos trabajando
Publicado: diciembre 28, 2012 | Autor: Myriam Redondo | Archivado en: tertulias | Tags: Álvaro Ybarra, fotoperiodismo, guerra, Manu Brabo, Siria |1 comentario
- Álvaro Ybarra: “Dejemos de pintar de romanticismo nuestra tarea”
- Manu Brabo: “Hacemos héroes de cuatro días, pero lo que hay es gente currando permanentemente en condiciones de mierda”

Los fotoperiodistas Álvaro Ybarra (izquierda) y Manu Brabo (derecha), en La Tertulia Infinita 3. Foto: David Hendricks
“Pensé que iban a entrar más en cómo es ser fotoperiodista de guerra, qué transformación personal supone”. Es el comentario de un asistente al salir de la tertulia. Y tiene razón. El audio demuestra que los fotógrafos especializados en conflictos Álvaro Ybarra y Manu Brabo intentan ofrecer respuestas generales a las cuestiones más personales, como una tele de Poltergeist que expulsara objetos de la otra dimensión.
Pueden hablar de sus fotografías, de la técnica que las envuelve o de las difíciles condiciones en que hacen su trabajo. Pero contar cómo se ven a sí mismos o cómo gestionan sus angustias ya es otra cosa.
Un ejemplo: Álvaro Ybarra confiesa en cuatro palabras: “Me da pánico volar”. Pero es bastante más impreciso al explicar cómo se queda el ánimo a pocos palmos de un hombre que sujeta unos testículos y un pene con la mano, además de un cuchillo entre los dientes (es una de las fotografías de Congo publicadas en su libro “Apocalipsis”, de 2009). El hombre le mira, Ybarra hace la foto: “Entras a un sitio y ya sabes lo que vas a hacer. Asumes las consecuencias. Pero no soy un suicida”.
En toda contestación buscan el punto equidistante entre la euforia (sus varios premios se deben “sólo a la suerte”) y la depresión (la muerte propia o ajena es una contingencia más de su trabajo, como lo es para un minero). En ese punto equidistante se protegen también de lo que ellos mismos llaman una de las grandes amenazas de la profesión: el ego.
Los premios, la fama, no significan justicia para el trabajo realizado. Que te secuestren o detengan o hieran o maten tampoco. “Hacemos personajillos, héroes de cuatro días, pero lo que hay es gente currando permanentemente en condiciones de mierda”, dice Brabo. “Dos amigos míos que llevaban vidas tranquilas acaban de morir en accidente de coche. Nunca se sabe. Cuando te llega, lo importante es estar haciendo algo en lo que crees” dice Ybarra. Sólo recomiendan no dramatizar y hacer las cosas con prudencia.
Como su oficio lleva la fatalidad incorporada, ambos rechazan los cursos de seguridad para periodistas y tener personal de seguridad alrededor: “Algunas clases son ridículas”. “Hay medios con más equipo que los Navy Seals, a su lado pareces Mary Poppins”, dice Ybarra. Se muestran en desacuerdo con algunas recomendaciones que empiezan a extenderse en esos cursos, como la de colocar al periodista un chip geolocalizador que en determinadas circunstancias puede hacerle pasar por un espía. Alertan de que está surgiendo un mercado borroso en el que determinadas compañías conceden el seguro de viaje a los medios sólo si éstos pagan por realizar los cursos que les ofrecen.
La nefasta situación laboral centra buena parte del debate. Tanto que Emilio, uno de los asistentes, pide a uno de los fotoperiodistas: «¡Por favor di algo positivo!». Es triste comprender hasta qué punto personas que se juegan la vida para traer imágenes de calidad tienen que destinar buena parte de su energía a pelear por sus ingresos o por el respeto a su obra. Cada uno de los fotógrafos tiene un problema diferente: Ybarra, miembro de pleno derecho de Getty Images, está protegido por un contrato estable pero ello le impide decidir cuál será el próximo destino o qué medio distribuirá su trabajo. Es su agencia la que lo pacta con los medios, de modo que puede encontrarse con la sorpresa de volver de Congo y ver que se publica sólo un 20% de sus fotografías.
Manu Brabo trabaja principalmente para Associated Press pero mantiene la condición de freelance. Sus problemas dan la espalda a los de Ybarra: inseguridad laboral e incertidumbre económica, pero libertad para decidir dónde viaja y por cuánto tiempo.
En realidad el próximo destino se lo marca a ambos la agenda internacional, una dictadora basada en los canales de televisión, cuya uniformidad en el tratamiento de las noticias sigue siendo asfixiante y dañina. “Es una vergüenza que no se cubra Mali”, cabecea Ybarra. “He encontrado la solución perfecta, hacer que me interese lo que pasa en la tele y viajar ahí”, dice Brabo con sorna. La ironía es un recurso constante a lo largo del diálogo. Se aplica hasta a lo más sórdido, como si alguien contara un chiste en medio de la explícita secuencia de inicio de la película Salvar al Soldado Ryan.
Tanto Ybarra como Brabo son partidarios de hacer fotos de cerca. Muy cerca. Como está la cámara en esa película de Spielberg. “Es necesario para tener una vivencia de lo que estás haciendo. Hacer las fotos de lejos es no estar. Y no estar es no contar”, explica Brabo.
Dicen que lo que necesitan los periodistas es más respeto por parte de los medios: “Un seguro de 15 días son 234 dólares canadienses. Para una agencia eso es una guasa. Luego se gastan 300 dólares en hacerse 30 kilómetros en un Mercedes”, dice Brabo. Álvaro lo confirma: “Si a Manu le pasa algo mañana allí, como no está en contrato, aunque una agencia le haya comprado las fotos no es un problema de ellos. Y se encontraría tirado en medio de la nada, sin ayuda, sin seguro. Nadie se hace responsable”. Cada vez más agencias y medios piden a los freelance que envíen su trabajo sólo cuando hayan salido del país en riesgo. Una manera de evitar implicarse si hay problemas.
Brabo es el más vehemente contra las condiciones de la profesión. Ybarra es más reflexivo y autocrítico: “Esto es un oficio, una forma de vida. Lo que vas fotografiando son también tus grandes dudas sobre lo que ves, sobre la Humanidad, sobre por qué nos comportamos como nos comportamos. Con la edad, empiezas siendo pirómano y acabas siendo bombero. Recorres un camino y piensas que por lo menos cuando te vayas que sirva”.
Es lo más cercano a describir un sentimiento que he oído en toda la tarde. Esta es una tribu dentro de la tribu (“Algunos redactores se quedan comiendo cacahuetes en el hotel”). Doblemente amurallada.
Dos fotoperiodistas han decidido hablar lo menos posible de sí mismos a lo largo de una conversación. Y sin embargo, cuando termina la tertulia uno siente cercanía y tiene ganas de referirse a ellos como Álvaro y Manu, así con cariño, y no Ybarra y Brabo, como es pertinente.
Ni glamour ni heroísmo. Puta. Cagada. Joder. La tarde está llena de tacos. “No somos nada”, dice Brabo, quien más los pronuncia. “Dejemos de pintar de romanticismo nuestro trabajo”, pide Ybarra. Si alguien esperaba un discurso adrenalítico sobre la aventura de la violencia se ha equivocado. Porque la realidad de los conflictos es cualquier cosa menos un subidón. Es más bien esa escena ridícula que le sucede al general de El Otoño del Patriarca descrito por Gabriel García Márquez: a punto de consumar por fin su amor con una mujer, sintiéndose un gran triunfador, se da cuenta de que al realizar esfuerzos algo viscoso ha empezado a rodearle: “pues era mierda, general, su propia mierda”.
Eso parece ser la guerra.
[La Tertulia Infinita 3 se celebró el domingo 23 de diciembre de 2012 en el bar Turkana de Madrid].
[…] El encuentro se celebrará en Turkana, un bar solidario que destina sus beneficios a un proyecto de cirugía en Kenia y donde nos trataron muy bien las pasadas navidades en la tertulia con los fotoperiodistas Manu Brabo y Álvaro Ybarra. […]